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La recogida de donaciones

24-02-2021


La recogida de donaciones

Desde los inicios de la década de 1970, el Museo Escolar Agrícola de Pusol, nombre que recibió el museo en un primer momento, comenzó a recoger y conservar piezas, en su mayoría herramientas y aperos de labranza, donadas por parte del vecindario de Puçol y de las familias del alumnado. Estas primeras piezas fueron la piedra angular para el posterior desarrollo del proyecto e imprescindibles para el estudio del modo de vida tradicional de la zona. 


A lo largo de estas cinco décadas, el museo ha recogido cerca de 100.000 piezas, que han pasado a formar parte de la colección del Museo Escolar de Pusol. Una parte importante de estas donaciones ha llegado a nuestras instalaciones a través de los vehículos particulares de los/las donantes. Otras veces, debido al gran volumen de la donación o las grandes dimensiones de una pieza en cuestión, el equipo del museo se desplaza, tras haber contactado previamente con la persona donante, y se encarga de la recogida.  


Hemos visitado las casas de muchos vecinos y vecinas de la ciudad y del Camp d´Elx y nos hemos visto en todo tipo de situaciones. Hemos recogido piezas, más o menos interesantes, que acaban por exponerse tarde o temprano, pero aquellas tesituras en las que nos hemos visto y que años después recordamos entre risas también forman parte de nuestra propia historia como Proyecto.


Por compartir alguna de estas anécdotas, recuerdo una de las primeras veces que acompañé a mis compañeros a la recogida de donaciones. Llegamos a un edificio de la calle Benito Pérez Galdós y accedimos al portal del edificio acompañados del donante. La pieza que íbamos a recoger estaba en la terraza, así que lo primero que hice cuando accedimos al portal, y me imagino que mis compañeros también, fue buscar el ascensor. Y como no… para sorpresa de todos, no había.  Así que, mientras subíamos por la estrecha escalera, el hombre nos iba contando que el edificio se planificó en su momento como un hotel, pero que finalmente el proyecto no cuajó y los apartamentos se vendieron como viviendas individuales. Llegamos a la terraza, que contaba con una especie de trastero comunitario, planteado en su origen como cuarto de lavado del hotel, al que la comunidad de vecinos pretendía dar un nuevo uso. La pieza a recoger era una lavadora (o eso recuerdo) industrial de los años sesenta, pensada para toda la colada del edificio. Cuando el donante abrió la puerta del trastero y vi el tamaño de aquel cacharro metálico, pensé en la mañana que nos esperaba. La primera imagen que se formó en mi cabeza fueron aquellas estrechas escaleras que acabábamos de subir. Ya me sudaba la frente antes de empezar. Afortunadamente, mi compañero, quien gestiona la recogida de donaciones, desestimó aquella lavadora ante la imposibilidad de bajarla a pie de calle.


Otra anécdota más reciente sucedió en la calle El Salvador. Visitábamos la antigua tienda de telas Tejidos Castaño, acompañados por uno de sus últimos propietarios, José María Peral, para estudiar la logística que debíamos de llevar cuando regresáramos a por algunas piezas. El local mantenía la esencia de lo que fue en su momento, pues prácticamente mantuvo el mobiliario original hasta su cierre en el año 2013. Una vez visto el local, la visita continuó en la casa de la familia, situada en los pisos superiores. La originalidad de sus acabados era fascinante: sus pavimentos, los antiguos azulejos de la cocina, su patio interior…; el entusiasmo de la situación me invitó a explorar este último. Abrí un ventanal del primer piso que daba acceso a una galería superior, que recorría el perímetro del patio casi en su totalidad. Después de dar tres pasos hacia el interior de la galería, el crujido del suelo y el movimiento bajo mis pies me despertaron de aquel entusiasmo. Pensé con rapidez y retrocedí sobre mis pasos con el cuidado que no había tenido al entrar. No respiré tranquilo hasta llegar al interior de la vivienda. Fue en ese momento cuando observé que muchas de las escuadras metálicas que soportaban la galería estaban partidas y oxidadas. Sinceramente no sé cómo el suelo no cedió bajo mis pies tras ver el estado en el que se encontraba…


Pese a esta serie de contratiempos, que finalmente no fueron, el esfuerzo merece la pena por todas aquellas donaciones que pasan a formar parte de los fondos del museo. En muchos de estos desplazamientos, el volumen de piezas es tan grande que no hay tiempo para poder ver todo lo que cargamos en la furgoneta. Ha pasado que, tras inspeccionar la donación en las instalaciones del museo se han encontrado piezas muy interesantes. Una vez gestionadas e incluidas las piezas en el inventario, se decide la ubicación de las mismas. Cada una de las piezas que recibimos puede ser expuesta en alguna de las secciones en las que se divide el recorrido del museo o conservada en alguno de nuestros almacenes. Allí permanecerán con el resto de los fondos, a la espera de formar parte de nuestra próxima exposición temporal.


Autor: Borja Guilló, técnico del Museo Escolar.

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